Antecedentes:
El concepto de “guerra contra las drogas”, surgió en los 80´s durante el gobierno de Reagan. La política de seguridad en Estados Unidos se había vuelto hacia cualquier amenaza exterior, las guerras mundiales habían terminado, el conflicto con su enemigo soviético comenzaba a declinar. Tenían que redirigir sus acciones hacia un nuevo objetivo (una nueva amenaza). Es en estos momentos cuando surgen como enemigos los países del medio oriente y las organizaciones terroristas como Al-Qaeda, el ETA, entre otros. De igual manera, las organizaciones criminales de la droga en Colombia llamaron su atención, pues afectaba su esfera de influencia (basados en la Doctrina Monroe) en América Latina. A partir de entonces, la guerra contra las drogas fue una política de seguridad para los Estados Unidos, que se declaraban, de manera solidaria con los países Latinoamericanos en contra de este fenómeno que atenta a la soberanía de sus naciones.
Hoy en día, vemos el mismo fenómeno en México. Desde el 2006, con la entrada del Presidente Felipe Calderón, el Estado mexicano declaró la guerra a las organizaciones criminales transnacionales que atentan contra su soberanía y el desarrollo de su población. A partir de ese momento, el índice de asesinatos a miembros de la Administración Pública, secuestros, extorsiones y violencia aumentaron de manera considerable. Estados Unidos ha tenido un involucramiento forzado a la situación. Los motivos son los siguientes: en primer lugar porque México forma parte de su área de influencia directa, tiene una frontera de 3, 141 kilómetros que lo unen y en caso de desestabilidad, también se vería afectado. El segundo motivo es más desde la perspectiva mexicana, Estados Unidos es el primer consumidos de drogas a nivel mundial y al mismo tiempo, es el principal proveedor de armas a éstos grupos delictivos. Se han planteado acciones bilaterales, entre ellas el Plan Mérida –versión reutilizada del Plan Colombia-, pero con resultados poco favorables.
Análisis:
La guerra contra las drogas emprendida por el gobierno mexicano ha tenido sus éxitos y sus fracasos. Sin embargo, la relación que se tiene con Estados Unidos determina la tendencia de la “guerra”. ¿Por qué?, Por el hecho de que al ser Estados Unidos el principal consumidor de drogas reduciendo su consumo ayudaría ampliamente la política de seguridad planteada por México. De igual manera, Estados Unidos es el principal exportador de armas, por lo que si se hace una regulación de mayor impacto en el comercio de las armas en los estados sureños estadounidenses (Texas, Arizona, Nuevo México, California), el poderío armamentista de los grupos criminales sería menor y el gobierno mexicano podrá actuar de manera más contundente. Otro factor a considerar es el apoyo y capacitación a las instituciones de seguridad mexicanas. La inteligencia para el ejército, los sistemas de limpieza anticorrupción de las policías, las estrategias efectivas contra los líderes de las bandas criminales.
Sin embargo, conscientes de su posición, los Estados Unidos no ve un verdadero incentivo para modificar sus posturas. El tráfico de armas es ilegal, pero es legal para los ciudadanos estadounidenses poseer cualquier tipo de arma siempre y cuando sea para caza o para la protección personal, y la gente está conforme con eso. Por tanto, hacer la modificación en la segunda enmienda no pareciera algo que sea apoyado por la ciudadanía americana. El consumo intenta combatirse, pero busca mejor algo controlado que su erradicación, pues es hasta el momento un suceso que no afecta de manera marcada el estilo de vida estadounidense.
Podemos concluir que el desenvolvimiento de la “guerra contra las drogas” en México tiene una dependencia marcada con las decisiones y medidas que Estados Unidos esté dispuesto a tomar de colaboración. Ante tal situación, se presentan los siguientes escenarios que parten de un supuesto particular en México y la reacción que tendría el gobierno Estadounidense.
Escenario 1: La intervención estadounidense.
La guerra continuará de manera directa, los sectores de la población se irán volviendo más impacientes a la violencia que afecta su entorno. El Estado mexicano intentará defender su autonomía y soberanía en la lucha. Defenderá a sus autoridades públicas, implementará acciones militares a niveles cada vez más cercanos de la ciudadanía, entiéndase las direcciones de los municipios. Sin embargo, no puede controlar la situación, desde la sociedad se comienza a percibir un descontento generalizado; siguen rechazando las masacres, los asesinatos públicos, el repudio generalizado a la militarización comienza a percibirse. Durante las siguientes elecciones el narcotráfico se posiciona de varios sectores desprotegidos: alcaldías, gobiernos estatales, diputaciones locales… todos los políticos caen en compromisos con el crimen organizado volviéndose “narcopolíticos”.
Con tal escenario de violencia, y con autoridades que cada vez respetan menos al Estado de Derecho –pues han vendido sus compromisos al crimen organizado que financió sus campañas-, México comienza a perder control social. La inestabilidad interna comienza a provocar fuertes migraciones a las grandes ciudades y al extranjero. En las grandes ciudades con la sobrepoblación los conflictos territoriales, delincuenciales y de salubridad ponen en riesgo la estabilidad de la nación. Ante tales circunstancias, Estados Unidos tomará una medida desesperada por regular la situación mexicana. Después de un debate poco fructífero con las autoridades federales mexicanas, se interviene militarmente en el país. Las tropas norteamericanas marchan por las calles de los estados del norte aplastando cualquier situación de sublevación criminal. Llegan militares y políticos estadounidenses para erradicar la ineficiencia y la corrupción en la Administración Pública mexicana. Tratando de poner las bases para un comienzo mexicano más sustentable y mejor.
Estados Unidos se queda en México explotando sus recursos e intentando proveer un Estado próspero y con visión de desarrollo. El discurso del crimen organizado como terrorismo ha vencido, la seguridad del país se ha obtenido; y sin embargo, será un medicamento temporal, pues la condición social no se ha considerado.
Escenario 2: La guerra continúa.
La situación en México sigue como los pasados 5 años, con buenos logros y también con sus fracasos. La ciudadanía pareciera irse ajustando a los índices de violencia, ya se sabe por dónde se puede pasar y por dónde no, en qué horario y ese tipo de detallitos que si respetas no tendrás porqué encontrarte con algún evento desafortunado. La condición de violencia también persiste. En los municipios y los estados se ha aceptado la idea de la seguridad pública controlada por los militares, no hay otra solución en su visión poco integral.
Los discursos continúan, pero igual que hasta el momento sin grandes resultados y con una que otra apuñalada por la espalda como los aviones que piloteaban sobre territorio mexicano meses pasados, o la operación “rápido y furioso”. Las estrategias son encaminadas en teoría hacia el mismo fin, sin embargo, los medios para alcanzarlas son poco incluyentes y de consecuencias poco rescatables. Conforme pasa la guerra, el involucramiento de Estados Unidos es mayor… pero no pasa de armamento, capacitación y servicios de inteligencia que colaboran con el Estado mexicano. Parece obviamente no haber un verdadero alcance con ésta operación militar, pero no aparece por ningún lado la intención de cambiar de rumbo. “Ya hemos invertido mucho en esta guerra. Quien intente detenerla, estará traicionando a su nación”, dirá en unos años el Presidente Calderón presionando al siguiente Presidente electo.
Estados Unidos permanecerá en el margen de sus acciones hacia el interior, no intervendrá de manera sólida en sus estructuras, ni modificará alguna ley o política nacional. Se dedicará a mandar informes, apoyos y palabras de reconocimiento al Presidente y su valor. La “guerra” seguirá siendo parte de la vida cotidiana en México, pues Estados Unidos no ha de tomar iniciativa alguna para colaborar de manera concreta a la situación.
Escenario 3: La solución bilateral al conflicto.
La relación entre México y Estados Unidos ha ido mejorando. Después de los sucesos de espionaje estadounidense en el espacio aéreo mexicano y la operación rápido y furioso, Estados Unidos optará por tomar medidas más claras sobre la situación. Después de arduas deliberaciones de acción, se decidirá reconocer que el problema no tendrá soluciones próximas si el flujo de armas no se controla, y tampoco si se sigue consumiendo a sobre manera en el país. Al mismo tiempo México reconocerá que debe mejorar las condiciones de vida (oportunidades de empleo, educación, salud, etc…), de los mexicanos para atacar de manera social el problema. La política de guerra sigue presente, pero las actitudes han cambiado. Las acciones castrenses se convierten en mera prevención y se caracterizan principalmente como fugaces. Por lo que la ciudadanía nulamente se ve involucrada. La violencia deja de aparecer en los encabezados de los medios de comunicación luego del pacto de Iniciativa México planteado por Calderón y la situación comienza a estabilizarse.
Estados Unidos por su parte, además de ayudar a México con un flujo migratorio controlado para mejorar las oportunidades de empleo de los mexicanos, también ha modificado después de una ardua lucha en el Congreso la segunda enmienda. Erradicando la libertad de conseguir cualquier arma, regulado ahora a sólo armas de bajo calibre. Se produce un fuerte descontento pero al mismo tiempo hay un gran apoyo por los sectores minoritarios de la población, (área que favorece el posicionamiento de Obama para las elecciones del 2012). Desarrolla también, ampliando su programa de salud (Healt Care Reform), un sistema de prevención y control de consumo de las drogas; atendiendo así a las personas jóvenes o mayores que han consumido y quieren dejar de hacerlo.
Las bandas del crimen organizado entonces siguen presentes, pero con cada vez menor influencia armamentista y social. Lentamente las grandes personalidades de los grupos criminales caen víctimas de las acciones relámpago de los militares y las policías (limpiadas por un sistema anticorrupción estadounidense). Poco a poco el problema se va solucionando, Calderón alardeará sobre su éxito en las siguientes campañas electorales. Esperando que aún esté a tiempo para salvar al PAN de un desastre político en el 2012.
Diego A. Martínez
Lic. en Ciencia Política y Administración Pública
Universidad de Monterrey