lunes, 2 de mayo de 2011

Jovencita: gracias y hasta luego.

Creo que es difícil de olvidar cuando una noticia te llena de alegría y al mismo tiempo de una fuerte incertidumbre. Hace cinco meses en el pueblo de Práxedis, Chihuahua la estudiante de criminología, esposa y madre, Marisol Valles tomaba funciones que nadie había querido tomar. Al ser nombrada como Directora de Seguridad Pública Municipal había ocupado uno de los puestos más riesgosos por la zona en que se encuentra. Reconocía en todo momento su temor a los riesgos que implicaba, pero lo que podía reconciliarla y fortalecerla al final del día, era el pensamiento de que el “miedo” es algo “natural”.
Para los medios todo era emoción e incertidumbre. Tanto a nivel nacional como internacional el caso de Marisol fue de reconocerse. Causó por un lado nuevas expectativas, y reflexiones alentadoras por su valentía y disposición para servir a la comunidad desde una trinchera que nadie se atrevía a defender. Aunado a lo anterior, el impacto positivo que provocaba entre los jóvenes; una gestión pública revitalizada, gente dispuesta a cambiar y hacer bien las cosas, una nueva vibra desde la juventud. Por su parte, también existían los temores. La poca experiencia de la joven pudiera nublar su juicio por no saber a qué se enfrenta; el riesgo que implica el puesto, ¿cómo podría soportar la presión? Sin lugar a dudas las celebraciones eran iguales a la incertidumbre.
Durante este tiempo, poco se había escuchado sobre Marisol y su programa de seguridad, que como bien decía nunca se vinculó con el atacar a grupos criminales, su intención residía en recuperar las zonas públicas, fomentar una sólida estructura familiar y la prevenir los delitos menores. Propuestas muy ad hoc de los recursos que tenía a la mano. Sin embargo, a principios de esta semana Marisol fue removida de su cargo, y no por haber realizado un mal desempeño. Según la Oficina de Inmigración y Aduanas Marisol se encuentra actualmente en Texas con miras de obtener un asilo temporal por amenazas que había recibido tiempo atrás. Es entonces triste ver lo siguiente; que por un lado el Estado mexicano no tenga la capacidad de garantizar protección a sus mismos funcionarios. Los cuales, en búsqueda de su protección tengan que salir del país para refugiarse en dónde ellos puedan considerarse seguros; dejando de lado todos los logros o actos que hicieron o podrían seguir haciendo en México.

Por otro lado, y la situación que más extrañeza me da. La rapidez con que se destituyó a Marisol Valles del cargo. Sin siquiera hacer investigación de su paradero o de su estado, fue removida de la administración municipal con el simple mensaje de “los mejores deseos para los proyectos que quiera emprender”, ignorando su posibilidad de defenderse o apelar tal decisión. Tales acciones, me dejan un sabor de duda y desconfianza, pues de aquella valiente jovencita hoy sólo queda un “gracias y hasta luego”. ¿Dónde quedan todas las celebraciones por una juventud deseosa de cambios, con nuevos planes y energías recargadas? Pareciera que tristemente, que en el Estado mexicano uno se descarga, se apaga y sólo puedes aceptar dos caras: corromperse o escapar.

Diego A. Martínez
Lic. en Ciencia Política y Administración Pública
Universidad de Monterrey

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