Autor: Paola Vela de la Garza Evia
Universidad de Monterrey
Algo raro sucede en Monterrey. A primera vista nada parece haber cambiado, el calor sigue agotando a todo ser humano en la ciudad, el tráfico sigue congestionando las principales avenidas de la ciudad, y el sol sigue saliendo por el Cerro de la Silla. Dejando atrás la primera impresión de la ciudad de las montañas se puede observar un cambio en quienes la habitan. Monterrey, capital industrial del país, solía ser sinónimo de trabajo, dinero y tranquilidad, algo que merecía orgullo y hacía sentir a los regiomontanos privilegiados de habitar la ciudad más importante del norte del país. Ahora, los millonarios han empacado sus millones y se han mudado al otro lado de la frontera, las calles son las principales trincheras del narcotráfico, y la inversión extranjera ni ha volteado su vista a Monterrey. Con tantos cambios, en tan poco tiempo, la ciudadanía ha respondido de manera peculiar. Durante sexenios pasados, una protesta o una huelga eran inaceptables en Monterrey, se podría decir que hasta solían ser mal vistos por la mayoría de la ciudadanía. Ahora, son muy apenas los medios que tienen para expresar sus inquietudes. La percepción del regiomontano hacia su ciudad, pero sobre todo hacia su gobierno, ha cambiado dramáticamente. Los regiomontanos han despertado y se han dado cuenta que la ciudad que una vez adoraron ha desaparecido, en su lugar ha surgido una ciudad en la cual uno no puede confiar en su vecino, en la que se teme salir en las altas horas de la madrugada, y sobre todo en la que el crimen organizado ha superado al gobierno estatal. Si bien, fue duro despertar a tan cruel realidad, apenas vemos el comienzo de la organización social. Por primera vez escuchamos a los regiomontanos hablar de la “revocación del mandato” y de ponerle un “alto a la impunidad”. Lo que más llama la atención, no es sólo el surgimiento de las marchas populares o de las protestas frente al palacio municipal, si no la desconfianza de los regiomontanos hacia los partidos que los han gobernado toda la vida: PRI y PAN. Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, y con el descontento social hacia el gobierno al más no poder, Monterrey se ha convertido en tierra de nadie. Quizás y ahora Monterrey emprenderá un camino como pionero en las candidaturas independientes y en las iniciativas de ley particulares, o quien sabe en una de esas el PRD se da cuenta que ahora es cuando…
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