viernes, 13 de mayo de 2011

¿Ha sido el modelo neoliberal un fracaso para México?


Introducción
En el presente trabajo compararemos y analizaremos los períodos comprendidos por los sexenios neoliberales, es decir, desde 1982 con De la Madrid hasta nuestros días, con la presidencia de Felipe Calderón. Los libros que tomaremos como fundamento son los siguientes: México: Hacia un nuevo Estado de Luis Medina Peña, con referencia a los períodos que van de De la Madrid a Zedillo. El libro de Andrés Manuel López Obrador La mafia que se adueñó de México y el 2012, funciona en el aspecto crítico para complementar el análisis del sexenio salinista, pero también para cubrir un análisis de los sexenios de Fox y Calderón.
Así mismo,  para la aproximación a las políticas neoliberales en su conjunto, se utilizó el texto de José Luis Cabo, México más allá del neoliberalismo. Opciones dentro del cambio global. Para el acceso a los antecedentes de la crisis económica del 94 y cómo se desarrolló, se tomó el libro The return of depression economics de Paul Krugman, premio Nobel de economía 2008. Para complementar el análisis de las políticas neoliberales de los sexenios de Zedillo y Fox, aunque resulte paradójico, se utilizó el libro La década perdida del expresidente Carlos Salinas de Gortari.

Marco teórico y contexto empírico
Para entender el modelo neoliberal que tenemos hoy en día, es necesario remontarnos a la década de los setentas. Desde la revolución, el gobierno había controlado férreamente una economía en la cual el comercio y las industrias, a excepción de las maquiladoras, estaban orientadas al mercado interno. La economía resultaba poco competitiva. El crecimiento económico era alto y constante: el Producto Interno Bruto por habitante se incrementó anualmente en una tasa del 3.14% entre 1935 y 1982. La economía tenía fallas ocasionadas por un gobierno corrupto, una poderosa clase empresarial y uniones sindicales con fuertes vínculos al PRI. Sin embargo, a pesar de lo grave de los errores, no tuvieron resultados tan negativos, debido a que se tenía una política fiscal austera, había crecimiento continuo  y  lo más importante, no había crisis.
Sin embargo toda esta mesura económica y fiscal, se ignoró cuando a finales de los setentas se descubrió petróleo. Los grandes préstamos de especuladores llegaron a México y esto, combinado con una política fiscal y monetaria irresponsable por parte de los sexenios de López Portillo y Echeverría trajo dos devaluaciones y las inevitables crisis económicas posteriores.
Era evidente a todas luces, que se tenía que cambiar el rumbo de la economía. Resultaba insostenible seguir con los modelos económicos orientados al corto plazo y basados en un desequilibrio fiscal y una pésima política de tipo de cambio. Cambiar el modelo fue muy fácil, se usó el mismo discurso que años antes había funcionado para adoptar el modelo keynesiano-cepalino de sustitución de importaciones: “el modelo se ha agotado”.
Fue así como en 1982, Miguel de la Madrid llegó a “Los Pinos” con un gabinete conformado por jóvenes economistas conocidos como “los tecnócratas”. Los tecnócratas eran una clase política aparte ajena al tradicional PRI de los dinosaurios. Este nuevo grupo vino con una ideología económica diametralmente opuesta a la política económica que se había visto en los sexenios anteriores. Su base ideológica provenía de la escuela neoliberal austriaca encabezada por Ludwig Von Mises y Felipe Hayek (la cual había tenido éxito en la implementación de políticas durante las administraciones de Reagan y Tatcher) así como de la escuela monetarista de los “Chicago Boy’s” encabezada por Milton Friedman (sus ideas habían sido particularmente exitosas en el caso chileno, con el dictador Pinochet al mando).
Durante el gobierno de De la Madrid ocurre el cambio al neoliberalismo, aunque de una manera paulatina y sutil; si bien se tomaron una serie de medidas que hoy en día se pueden juzgar como de corte neoliberal, en especial la inclusión de México al TLC. Sin embargo, debemos considerar que las políticas adoptadas por su gobierno (y en especial en la primera mitad del sexenio), más que deberse a un cambio ideológico, fueron medidas inevitables cuya intención era contrarrestar los malestares ocasionados por la crisis. Es decir,  como lo menciona Medina Peña: “Las medidas que se tomaron al principio no proponían un drástico rompimiento con el pasado, sino una suerte de corrección de ese pasado, considerado valioso en sus aspectos institucionales.” (244) Lo valioso del pasado era la austeridad fiscal y la prudencia en política monetaria. Sin embargo, en 1986 como resultado de la caída de los precios del petróleo (el precio declinó de 25 a poco más de 12 dólares en un año) y del crack bursátil de Wall Street denominado como “black monday”, el gobierno se ve obligado a renegociar su deuda con el Fondo Monetario Internacional. Es entonces cuando por medio de una carta de compromiso con el FMI (basada en un esquema de política monetaria implementado en los ochentas y noventas llamado Plan Brady) el gobierno se ve obligado a llevar a cabo una serie de reformas arancelarias para abrir el comercio que el país necesitaba tanto. Como señala Medina Peña: “En suma, ni el consumidor ni el país salían ganando al preservar privilegios y protecciones arancelarias que habían perdido su justificación.” (251).  Es debatible si el sexenio de De la Madrid estuvo casado con una ideología neoliberal o simplemente se hizo lo que debía hacerse en un momento de crisis, sin embargo lo que es claro es que es durante su gobierno cuando se abren las puertas a una nueva clase política que dominaría la política económica hasta la actualidad. El modelo neoliberal, directa o indirectamente, se había puesto en marcha.
Es en la presidencia de  Carlos Salinas de Gortari cuando el discurso neoliberal, o como se llamó en ese sexenio el “liberalismo social”, adquiere una dimensión mucho mas radical. Es durante este sexenio cuando se pone en marcha la receta neoliberal y con base en dos ejes que el presidente Salinas supo negociar y vender muy bien. El primero de estos ejes es el de la privatización de las paraestatales. Durante el sexenio de De la Madrid se realizaron privatizaciones de varias paraestatales, sin embargo estas fueron empresas quebradas que operaban en rubros secundarios y que se remataron por el alto gasto que implicaban al gobierno. Con Salinas no pasó esto, las privatizaciones fueron mucho mas agresivas y en rubros estratégicos: banca, telefonía, aviación. “Se desincorporaron 191 empresas hasta principios de 1993, entre ellas las más grandes y productivas, como Mexicana de Aviación y Teléfonos de México, además de la banca nacionalizada.” (Medina Peña, 307). Es importante señalar que la privatización de estas empresas y en particular de los bancos, se hizo a través de subastas llenas de operaciones fraudulentas; las paraestatales fueron vendidas a manos de empresarios sin  experiencia en el sector, como critica López Obrador: “De todos ellos (los banqueros) solo tres tenían experiencia bancaria, muchos eran propietarios de casas de bolsa o no contaban con ningún mérito empresarial”. (López Obrador, 21)
El otro eje en el que se basó la política económica del salinismo fue el Tratado de Libre Comercio con América del Norte el cual se concentró en derribar las barreras comerciales con E.U.A. y Canadá. Una vez conseguido este éxito, que fue en realidad la cereza de pastel de su sexenio, Salinas se dedico a abrir las fronteras comerciales con Asia y Europa. Esa política de apertura comercial continuaría en los sexenios posteriores, a tal grado que hoy en día México es el país del mundo con más tratados de libre comercio.
La política salinista tuvo una popularidad tremenda. Hechizó a México al vender la idea de que mediante el liberalismo social podíamos llegar al primer mundo y exportó este sueño a los demás países a tal grado que países de Europa Oriental y Latinoamérica empezaron a imitar el  llamado “milagro mexicano”. El llamado “liberalismo social” no era otra cosa que el neoliberalismo, el cambio en la terminología favorecía la aceptación y rodeaba a la economía de un halo que no era sino mercadotecnia pura.
En 1994 sobreviene la crisis económica conocida como “el error de diciembre”, seguida de la peor crisis financiera de la historia del país, ambos desastres ocurren a tan solo unos meses de tomar cargo en el poder el nuevo presidente electo, Ernesto Zedillo. Las causas de la crisis se ahondarán posteriormente, por el momento nos basta decir que esta crisis trajo como consecuencia el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional como había ocurrido en crisis anteriores. Sin embargo la diferencia esta vez fue que el FMI sometió a México a una serie de políticas económicas que ya no se basaban en el Plan Brady sino en un nuevo plan denominado “Consenso de Washington”.
El Consenso de Washington proviene de un artículo publicado en 1990 por el economista John Williamson que se titula “What Washington means by Policy Reform”. En este artículo se proponen diez instrumentos necesarios para reducir la deuda externa. Estos son: disciplina fiscal; reordenación del gasto público hacia campos que ofrecieran simultáneamente altos rendimientos económicos; reforma fiscal mediante la disminución de las tasas marginales y aumento de la base fiscal; liberalización de las tasas de interés; tipo de cambio competitivo; liberalización del comercio; liberalización de entradas de inversión extranjera directa; privatización; desregulación y certidumbre en derechos de propiedad.
El FMI al igual que el Banco Mundial y el Tesoro de E.U.A. apadrinaron estas recomendaciones y las volvieron dogmas neoliberales así como condiciones de préstamos para países que necesitaban urgentemente crédito (tales fueron los casos de México, debido al error de diciembre y de Rusia, por el reciente colapso de la U.R.S.S.). Sin embargo, el consenso de Washington fue más allá y añadió una serie de normas no incluidas en el acuerdo original, tales como  la liberalización de cuentas de capital, una política monetarista, economía supply-side (basada en la exenciones fiscales y regulación mínima) y la reducción de la intervención pública a su mínima expresión.
No sólo fueron estas reglas del FMI las que amarraron la política económica de México; fue también la creencia fundamentalista y radical de los líderes y académicos mexicanos de que la combinación correcta incluía necesariamente: el neoliberalismo, las fuerzas del mercado y la política del consenso de Washington. A esta combinación correcta de ideologías se suma la permanencia de los encargados de llevarlas a cabo: los secretarios de hacienda y presidentes del Banco de México de los últimos tres sexenios se repiten sexenio tras sexenio, como menciona López Obrador. (López Obrador, 54)
La lista de los personajes se repite o se alterna: Guillermo Ortíz fue secretario de hacienda los primeros cuatro años del sexenio zedillista, y después pasa a la dirección del Banco de México, ¡diez años! En 2009 fue reemplazado por Agustín Carstens, antiguo secretario de hacienda con Felipe Calderón. Además de estos nombres cabe destacar a Francisco Gil y Pedro Aspe, antiguos secretarios de hacienda, quienes implementaron durante los sexenios de Zedillo y Fox, presupuestos basados en políticas neoliberales que se caracterizaron por el recorte en el gasto social.
En resumen, el país lleva 29 años implementando medidas neoliberales. Ahora toca el turno de cuestionarnos: ¿a dónde nos han llevado estas políticas?

Análisis
A veintinueve años de iniciado el experimento neoliberal que toma como base el axioma capitalista de menos estado y más mercado, la prosperidad y el desarrollo que el sistema prometió están muy lejos de los datos macroeconómicos. No nos dejemos engañar por las cifras que indican estabilidad y un crecimiento continuo del modelo neoliberal. Desde que se implantó el modelo neoliberal la tasa de crecimiento ha tenido un promedio de 2.2% anual. Es importante recalcar de esta cifra, que al ser contrastada con el crecimiento poblacional, se reduce de manera significativa. No basta limitarnos al PIB, sino contabilizarlo per cápita. Es así que el PIB per cápita de nuestro país en los sexenios neoliberales ha crecido únicamente al 0.02 % anualmente. Este es un dato alarmante, pues arroja la verdadera dimensión del crecimiento económico, en la perspectiva del crecimiento poblacional, resulta claro que el crecimiento va apenas ligeramente superior a lo debido. Es decir, México apenas crece 0.02 % más de lo que crece su población.
Otro dato que es importante señalar es que los salarios mínimos han perdido desde 1982 a 1999 el 70.2% de su valor adquisitivo, poco más de la tercera parte. Esta pérdida sustancial de la economía repercute directamente en la sociedad y provoca un enorme deterioro en el tejido social.
Sin embargo, revisemos de nuevo a la implantación del modelo neoliberal. El modelo fue originalmente propuesto para solucionar la enorme deuda y déficit externo que tenía el gobierno tras los sexenios de López Portillo y De la Madrid. Surgió como la solución ante los históricos problemas de deuda mexicanos, como lo señala José Luis Calva:
Precisamente, la estrategia económica neoliberal fue introducida en México con la promesa de “elevar el ahorro interno” para evitar “depender nuevamente en el futuro de recursos externos en forma excesiva”. No obstante, los pasivos externos de México crecieron de manera explosiva, saltando de 91,753.6 millones de dólares (MDD) al cierre de 1982 (después de la crisis de la deuda que estalló en agosto) a 270,196.9 MDD en 1994, cuando estallo el más grave colapso financiero de la historia mexicana, alcanzando los 344,174.2 MDD al cierre de 1999, lo que representa, a valor presente, más del doble de los pasivos acumulados hasta 1982. (81)
Es decir, que lejos de fomentar el ahorro interno, disparó los pasivos a más del doble y desembocó en un colapso financiero, que se conoció como “el efecto tequila” por las repercusiones que tuvo la debacle mexicana en otros países.
En términos macroeconómicos podemos ver tres grandes errores en el sistema neoliberal. El primer error es que el crecimiento económico fue a la par del poblacional, lo que lo vuelve insuficiente y escaso para un país en desarrollo. El segundo, los pasivos externos de México crecieron de manera exponencial con la implementación del modelo y sobre todo después de la crisis del 94. La deuda del país ha ido en aumento año con año.  El tercero, probablemente el más alarmante, es que en términos de salarios reales, el poder adquisitivo de la clase trabajadora cayó en un 70.2% lo que se traduce en un incremento en la pobreza.
De acuerdo con las cifras de la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL), 18.7 millones de mexicanos cayeron en la pobreza entre 1984 y 1996, lo que implicó una regresión social de casi cuatro décadas, hasta niveles de pobreza que habían sido superados por el modelo de la Revolución mexicana al principiar los sesenta (citado por Luis Calva, 79).
Después de analizar los estragos macroeconómicos que el periodo neoliberal ha traído a la economía mexicana, es hora de analizar las políticas puntuales que llevaron al país a este abismo. Es importante realizar una clara distinción entre neoliberalismo puro y neoliberalismo mexicano, para entender el impacto del modelo económico. Es decir, hay que saber diferenciar claramente qué políticas económicas se fundamentaron en las teorías puras neoliberales y cuáles tuvieron su origen en un simple dedazo mexicano disfrazado de neoliberalismo. Por ejemplo, la devaluación del 94 fue una actitud irresponsable del secretario de hacienda, Serra Puche; la insurgencia de los zapatistas o el asesinato de Colosio constituyen acciones políticas aisladas, muy cerca de nuestras prácticas políticas y muy alejadas de los principios de la escuela austriaca.
Durante el sexenio de De la Madrid, como se mencionó antes, las políticas económicas implementados fueron las que el país requería: incrementar la base fiscal así como reducir el gasto. Se cuidó de aplicar los recursos en rubros necesarios y se terminaron solamente los proyectos ya puestos en marcha por los sexenios anteriores. Las paraestatales que se privatizaron en esos momentos no tenían que ver con las funciones básicas del gobierno, los tradicionales elefantes blancos. Se llevaron a cabo las reformas estructurales necesarias para orientar la economía estatista y proteccionista, a una de corte mixto, con una mayor apertura de mercado. En resumen, el sexenio de De la Madrid no tuvo una serie de políticas que se puedan considerar como neoliberales en extremo, sino más bien instrumentos que resolvieron problemas específicos en tiempos de crisis. Como señala Salinas de Gortari:
Si el término neoliberal se aplica a cualquier régimen que utiliza algunas de estas medidas, serían neoliberales los gobiernos de Patricio Aylwin en Chile, Luis Ignacio Lula da Silva en Brasil, Hugo Chavez en Venezuela, Tony Blair en el Reino Unido y Francois Miterrand en Francia: la rigidez taxonómica llevada al absurdo (67).
Para analizar las políticas y tropiezos del sexenio de Salinas es obligatorio salirnos del contexto de su libro y dirigirnos al análisis que realiza el economista Paul Krugman. El autor señala que el gobierno salinista tuvo dos talones de Aquiles. El primero fue que la apertura comercial y en particular el TLC trajeron consigo un enorme desajuste en la balanza comercial. “En 1993 el déficit de la balanza llegó a ser del 8% del PIB, algo nunca antes visto en México.” (Krugman, 42). El otro problema que señala Krugman es que a pesar de todas las reformas económicas, las privatizaciones y la apertura del mercado, no había crecimiento. La economía entre 1990 y 1994 creció a un promedio 2.8%, poco adelante del crecimiento poblacional. El economista Rudiger Dornbusch del MIT, profesor del Dr. Pedro Aspe, publicó un artículo en 1993 llamado “Mexico: Stabilization, Reform, and No Growth”. La tesis central del artículo es que el freno del crecimiento y la razón del desbalance comercial era la sobre valoración de la moneda mexicana, que no permitía que los productos mexicanos compitieran en el exterior y el país creciera.  Era necesario ajustar el tipo de cambio de la moneda. Sin embargo, 1994 era año electoral y el PRI tuvo que usar la caja chica del gobierno federal, lo cual vació las reservas internacionales e hizo que el precio del peso se fuera más alto. En diciembre de 1994 se hubiera podido subir las tasas de interés para hacer atractivo el ahorro y evitar una fuga de pesos. Sin embargo, esto hubiera dañado a los negocios y el país, después de un lento crecimiento, ya estaba al borde de la recesión. Otra opción era devaluar la moneda, y ésa fue la que tomó el gobierno.  Pero mal implementada. Como dijo el economista Isaac Katz en una entrevista: “La devaluación del 94 entraría en un libro de texto como un ejemplo de cómo no hacer una devaluación.” Krugman propone dos reglas para hacer una devaluación, de acuerdo a la experiencia de previa  de Gran Bretaña. La primera es: si vas a devaluar, hazlo por el monto necesario; el gobierno no se puede quedar corto y tratar de especular con la moneda; hay que amputar la pierna de una vez por todas. La segunda es que después de hacer la devaluación, el gobierno debe de dar la señal de que todo está bajo control, hay que evitar el pánico, la especulación y el riesgo sistémico. Como escribe Krugman:
Mexico rompió las dos reglas: La devaluación inicial fue del 15%, sólo la mitad de lo que economistas como Dornbusch habían sugerido. Y la actitud del gobierno fue todo menos tranquilizadora. El nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche, apareció arrogante e indiferente ante la opinión de los acreedores internacionales. Mucho peor fue que poco después se supo que empresarios Mexicanos habían sido consultados de la devaluación con anticipación, brindándoles información privilegiada a inversionistas extranjeros. La fuga masiva de capitales era inevitable, y el gobierno Mexicano pronto tuvo que dejar en libre flotación el tipo de cambio (47).
La devaluación provocó que los bancos se quedaran sin solvencia y de ahí fue inevitable una crisis financiera. El resultado: la peor crisis económica de la historia; el gobierno tenía que inyectar liquidez en los bancos, pidió ayuda al FMI y contrajo las responsabilidades señaladas por el Consenso de Washington.
No puede responsabilizarse al modelo neoliberal de la crisis del 94, ya que gran parte de los problemas surgieron por no optar por una moneda de libre flotación, algo elemental en una economía de mercado. Lo que ocurrió fue una combinación de factores de índole político elecciones del 94, el peso sobrevaluado, la firma del TLC y el asesinato de Colosio. A los factores políticos se sumaron una serie de malas decisiones gubernamentales, las decisiones económicas se tornan políticas.
Lo que si es evidente es que gran parte de la culpa de la crisis financiera se debió a una política de privatización de bancos mal hecha por Salinas y que trajo como consecuencia banqueros inexperimentados, desregulación y políticas bancarias laxas. El resultado: un exceso de especulación y préstamos irresponsables que orillaron a los bancos a la falta de liquidez al principio del 95, lo que ocasionó el rescate bancario y el consecuente endeudamiento del país.
Asimismo las políticas agresivas de privatización durante el salinismo trajeron la inevitable formación de oligopolios en industrias claves para el desarrollo del país tales como telecomunicaciones, bancos y ferrocarriles. Estas privatizaciones crearon en México una clase oligarca con un poderío jamás visto en el país. Hoy en día, es evidente su injerencia en las decisiones políticas del país y lo más grave es la subordinación del progreso de México a los arreglos de precios y a la falta de competencia. Monopolios privados caros y sin compromiso.
Posteriormente, con el sexenio de Zedillo, Fox y Calderón las políticas públicas han seguido los lineamientos del Consenso de Washington; pero quedan pendientes las reformas estructurales propuestas por gobiernos neoliberales. Como resultado, tenemos un cambio que se queda corto y que resulta ineficiente. Se aplican políticas neoliberales en sectores selectos de la economía (como los programas sociales y la educación); sin embargo, en otros sectores se continúan políticas del PRI de los años 70, como PEMEX; se protege a la clase empresarial y se fomentan los oligopolios. Como ejemplo, la cancelación en el sexenio de  Zedillo, del título de concesión, que a través de la Cofetel, obligaba al sector de las telecomunicaciones a estar abierto a la competencia. Este es uno de los ejemplos de cómo, paradójicamente y bajo la “bandera” neoliberal (que en realidad es la antítesis de las teorías de Von Mises), se crearon monopolios que resultaron en fortunas descomunales.
Lo grave de esta situación es que, en materia de gasto presupuestal, se ha limitado en aspectos estratégicos tales como: ciencia, educación, infraestructura y combate en la pobreza. Las políticas sociales, desde “solidaridad” hasta “oportunidades”, han sido ineficientes y se han quedado cortas. Los datos publicados por la CEPAL en 2006, establecieron una regresión histórica de casi cuarenta años. La población en situación de pobreza en México se había mantenido exactamente igual por diez años: alrededor de 40 millones de mexicanos. Lo irónico es que, bajo el esquema neoliberal, la pobreza empeora cuando la economía crece. Esta disparidad es ocasionada por la enorme brecha de desigualdad y marginación social que trae el neoliberalismo y que ha disparado en las últimas décadas la inmigración y la economía informal.
Conclusiones
En conclusión, los últimos años de “neoliberalismo” permitieron que una clase privilegiada de economistas, defina el rumbo del país. Esto ha traído como resultado la peor crisis financiera de México, la creación de oligopolios, desigualdad social, la destrucción de la clase media, estancamiento económico y la privatización concedida a los favoritos del presidente en turno.
El truco aquí es que no estamos hablando de México, sino de Rusia. Un país que aplicó los mismos experimentos neoliberales en base al Consenso de Washington y asesorados por economistas estadounidenses. Sin embargo, los resultados fueron los mismos. El fracaso ruso no sólo resulta igual que el de México, sino por las mismas razones: un sistema político corrupto que no es compatible con la ideología neoliberal-demócrata.
En el 2000 John Williamson publicó un artículo en el que se lamentó por su artículo anterior: “What Washington means by Policy Reform”, que sirvió como base para crear el Consenso de Washington, se hubiera convertido en una especie de ideología y fundamentalismo del mercado. Él dijo que escribió el artículo para crear una serie de recomendaciones que los países debían seguir para mejorar su deuda externa; no como una biblia del neoliberalismo para ser aplicada, indiscriminadamente, en países en desarrollo.
Y es aquí donde yace el problema neoliberal. El problema empieza en querer aplicar teorías abstractas a cualquier país, como si se tratará de una varita mágica que solucionaría todos los malestares económicos a partir de la apertura del mercado. Eso fue lo que pasó en México. El gobierno se casó con una ideología sin ser un país democrático, esto contagió y politizó el sistema y se “tropicalizó”. La clase política creó un neoliberalismo “a la mexicana”. La ideología neoliberal que se vendió no fue la que recibió el país. En México tenemos actualmente una extraña transición entre el la economía posrevolucionaria de los 30’s a los 70’s con una mezcla de apertura de mercado. Lo triste es que nos quedamos con lo peor de los dos sistemas; del sistema posrevolucionario mantuvo paraestatales obstruidas por corruptos sindicatos; del neoliberalismo se apropió del saqueo de unos cuantos en nombre del mercado y con la falta de regulación que nos hace muy susceptibles a las crisis.
El neoliberalismo se aceptó como un dogma y cualquier crítica se descartó por los tecnócratas; nunca se dieron cuenta que su error no yacía en la fallas macroeconómicas de la  teoría, sino en la arrogancia de asumir que, a través de una ideología mal adaptada, se tienen todas las soluciones.

Íñigo López Vázquez


Bibliografía

Calva, José Luis. México más allá del neoliberalismo. Opciones dentro del cambio global. México: Plaza y Janés, 2000.
Krugman, Paul. The Return of Depress on Economics and the Crisis of 2008. New York: W.W. Norton & Company, Inc., 2009.
López Obrador, Andrés Manuel. La mafia que se adueñó de México…y el 2012. México: Random House Mondadori, 2010.
Medina Peña, Luis. Remembering. Hacia el Nuevo Estado. México, 1920-2000. México: Fondo de Cultura Económica, 2000.
Salinas de Gortari, Carlos. 1994 La “década perdida” 1995-2006. Neoliberalismo y populismo en México. México: Editorial Debate, 2008.

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