Por Gustavo Cano
¿Qué tienen que ver las marchas de indocumentados
mexicanos y centroamericanos en los Estados Unidos en marzo y abril del 2006
con la renuncia del Papa Benedicto XVI?
Hace un par de semanas, en un café en Praga, se encontraron
dos viejos amigos, sobrevivientes ambos de la guerra fría. Aunque habían
trabajado en diferentes bandos, en la actualidad se encontraban de vez en
cuando para platicar más de los nuevos tiempos, que de los viejos. En esta
ocasión el agente alemán le comentó al israelí que tenía una teoría interesante
sobre la renuncia de Benedicto XVI al papado. El israelí lo escuchó con cínica
paciencia, como era su costumbre.
El ex agente de la Stasi le explicó al ex agente del
Mossad: las marchas del 2006 fueron las más numerosas en la historia de los
Estados Unidos, millones de personas, en su mayoría inmigrantes indocumentados, salieron a
las calles en más de 160 ciudades estadounidenses para repeler las leyes anti
inmigrantes aprobadas en la Cámara de Representantes. Dichas leyes, de ser
aprobadas posteriormente en el Senado, tenían el potencial de transformarse en un golpe mortal
para las finanzas del Vaticano en los Estados Unidos. Miles de millones de
dólares estaban en juego en esquemas de caridad cristiana (principalmente
ejercida sobre los pobres y los indocumentados), de ahí que las arquidiócesis
estadounidenses invitaran a los católicos latinos a participar en las marchas
en ciudades estadounidenses, esto es, que los movilizase para proteger los intereses de
la iglesia.
Las dos marchas más importantes sucedieron en lunes,
mientras que los domingos anteriores a dichas marchas los sacerdotes católicos
invitaban a la feligresía a unirse a la protesta. De otra manera hubiese sido
imposible que los migrantes latinos indocumentados se animasen a salir a las calles en
millones, además de llevar a sus hijos de la mano, tal como sucedió. Al final
del episodio de las marchas, la democracia más poderosa del planeta se vio
obligada a recular y dichas leyes se atoraron en el Senado, con la garantía de
la administración Bush-Rove de que el asunto hasta ahí iba a llegar. La CIA
identificó con nombre y apellido al responsable de una injerencia directa sin
precedentes en la política interior estadounidense: Benedicto XVI. Las
arquidiócesis católicas estadounidenses jamás hubieran hecho lo que hicieron
sin la aprobación del Papa.
Las cosas definitivamente no se iban a quedar así, la
potencia número uno del planeta no se podía quedar cruzada de brazos. La osadía
del Vaticano le iba a costar caro a la iglesia católica en su conjunto. Y la
orden se dio: Get Ratzinger!! La CIA,
en coordinación con el Mossad (si alguien tiene una idea clara de lo que sucede
adentro de los muros del Vaticano y del Congreso Estadounidense es el Mossad) y
el MI6 del Reino Unido se avocaron a recopilar inteligencia sobre los dos
talones de Aquiles del Estado Vaticano: el encubrimiento generalizado de la
pederastia por la iglesia católica durante décadas y las finanzas corruptas del
Estado Vaticano.
Poco a poco se comenzaron a mover las piezas de ajedrez
para arrinconar a Benedicto XVI. La
infiltración llegó hasta los más altos niveles dentro del Estado Vaticano,
mayordomo papal incluido. Al mismo tiempo que se recopilaba información al
respecto (la mayor parte de dicha información ya se tenía guardada en los archivos
de estas tres agencias), se empezaba a diseminar entre organizaciones y
asociaciones civiles en países cuya estructura jurídica permitiese que el Vaticano
fuese demandado por encubrir las acciones pederastas de algunos de sus
sacerdotes, obispos y cardenales.
El patrimonio de la iglesia católica a nivel mundial se
encontraría en gran riesgo al ir perdiendo juicio tras juicio. Para prevenir un
daño de proporciones épicas, los ajustes corruptos en las finanzas de la
iglesia se aceleraron. A río revuelto, ganancia de pescadores, por lo que la
corrupción se incrementó y eso provoca que el Estado Vaticano sea un Estado que
va rumbo a la quiebra.
La lógica de ciertos esquemas legales de algunos países
era contundente. Por ejemplo, si el número uno de la Coca Cola en Atlanta se
hubiese enterado de que algunos de sus gerentes en Tailandia, México y Grecia
ejecutaban sistemáticamente a funcionarios de la Pepsi Cola para asegurar
mercados de distribución y ventas, y no hubiese hecho nada al respecto, entonces
se podría llevar a juicio al número uno de Atlanta por ser cómplice directo o
indirecto de las acciones de sus subordinados. Se podría emitir una orden de
aprehensión internacional en su contra y se podría ejecutar por la Interpol. De
igual manera, para ciertos crímenes se podría inculpar a Su Santidad y se le
podría llamar a que respondiese por la conducta criminal de la iglesia en ciertos
países.
Lo anterior fue justo lo que se planeaba en contra de
Benedicto XVI, esto es, probar la participación del Papa y hacerlo legalmente responsable de una
cantidad impresionante de desbarajustes sexuales y financieros solapados por el
Vaticano. A principios del presente año, Benedicto XVI se enteró de que el
intento de arrestarlo era cuestión de tiempo, principalmente después de darse a
conocer el escándalo de su mayordomo, lo cual fue una operación de inteligencia
de las tres agencias. Esta información llegó a las manos del Santo Padre probablemente
mediante un acercamiento con la inteligencia cubana en su visita a la isla.
El shock para el mundo católico hubiese sido de
proporciones dantescas: regresar a los peores tiempos del papado, cuando los
papas eran arrestados y encarcelados por sus enemigos. Bajo este escenario, día
que pasaba con un Papa boletineado por la Interpol, día que la iglesia católica
se debilitaba. Para evitar una ola de confusiones en la fe de la feligresía
mundial y el debilitamiento exponencial del poder institucional y económico del
Vaticano, el Papa decide renunciar al trono de San Pedro en un intento
desesperado por parar la ola devastadora contra los bienes de la iglesia
alrededor del mundo, ya sea por las demandas relacionadas con lo de la
pederastia y/o por escándalos de manejos obscuros de los dineros del Vaticano
que afectaban a la banca global.
El ex agente israelí se quedó pensando y dijo: “Nada
más falta que se diga que Israel estaba interesado en la caída del Papa por su
pasado nazi…” El ex agente alemán contestó: “Entre otras cosas.” Y ambos
soltaron la carcajada.
¡Órale!
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