A menudo, sino es que todos los días se escuchan quejas, inconformidades, desacuerdos y/o malas experiencias relacionadas con la política mexicana contemporánea. Incluso, el común recordatorio de la imagen materna a los políticos del país resuena con frecuencia.
Es común que la sociedad transmita las inconformidades en su interior, aunque de vez en cuando salta uno que otro ciudadano, que acude a las autoridades correspondientes a expresar sus inquietudes o reclamar sus derechos, pero ¿cómo obtener una repuesta, si prácticamente nadie se interesa en hacer valer los derechos de los ciudadanos? Una de las razones de desinterés podría ser, sencillamente, porque ni los ciudadanos, ni los servidores públicos que atienden directamente a la gente, tienen educación en materia de derechos.
Si desde un principio no se conocen los derechos y, únicamente, se conocen las obligaciones y responsabilidades, entonces será muy difícil reclamar injusticias y defender una postura con argumentos sustentados y avalados por la ley que, supuestamente, respalda a cada uno de los ciudadanos. Debe de haber conocimiento y equilibrio entre las obligaciones, responsabilidades y derechos para hacer funcionar al Estado.
Los ciudadanos tienen el derecho, la responsabilidad y compromiso de escoger a sus gobernantes, que están en el cargo que se les otorgó por votación ciudadana, no para mandar, sino para que realicen lo que el pueblo requiere y actúen en beneficio del país. Para ello, los ciudadanos deben libremente elegir a sus gobernantes y ejercer la responsabilidad de acudir a las urnas. Pero, si a la mayoría de la gente ha perdido la confianza en sus gobernantes, ya no cree en que será escuchada, duda de los resultados de las elecciones, duda de la prensa y noticiarios, porque lo que se emite es, probablemente, propaganda pagada por un Estado clientelista; el Estado será, entonces, manejado libremente por la minoría que se encuentra en el poder, el cual en principio, fue entregado por el pueblo.
La democracia, si es que la hay, ya no puede ser ejercida en el país porque la credibilidad del gobierno es nula, lo que propicia la ausencia de ciudadanía. Además, entre los medios y el gobierno se ha creado una relación que permite insertar en la sociedad, mensajes y propaganda a favor de algún personaje en campaña o a favor de la administración en curso, echarle tierra a algún contendiente o minimizar a la oposición. Todo esto, en lugar de que los medios mantengan una postura objetiva que permita a la ciudadanía formar su propio criterio con respecto la realidad política.
Los medios de comunicación, por consiguiente, pueden manipular a la audiencia al gusto del político, mientras ellos reciben alguna cómoda suma, atractivas facilidades o concesiones, o estratégicas posiciones con respecto a otros medios. Mientras la noticia se venda al público hambriento de “noticias” llamativas, los medios cooperan. Los ciudadanos no quieren ni buscan información verídica, sino que se conforman con noticias escandalosas, amarillistas y peor aún, con las telenovelas, que son capaces de crear una realidad temporal para la mente desperdiciada de la mayoría de los ciudadanos.
Pero, creo yo que, entre los ciudadanos resignados, desinformados y excluidos, se encuentran todavía algunos ciudadanos conscientes que buscan informarse de la realidad política del país, ejercen su derecho al voto, buscan tener presencia y ejercen presión sobre los gobernantes a través de organizaciones civiles. Estoy seguro de que la solución no se encuentra a la vuelta de la esquina, pero con visión a largo plazo, trabajando y estudiando en el presente, se podrá lograr algún cambio en la descalabrada política contemporánea de México.
Mariana Pérez García
Relaciones Internacionales
Universidad de las Américas Puebla
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