martes, 8 de noviembre de 2011

142535 Florybel Cervantes Espinosa- Relaciones Internacionales

De opresión e ironías
Lamentablemente, las naciones latinoamericanas han mostrado un reiterado patrón de fragilidad y susceptibilidad ante el dominio de gobiernos dictatoriales. El análisis de años de historia ha demostrado que es característico de la población latinoamericana el experimentar una debilidad por los gobernantes fuertes. De esta manera, atraídos por una mano dura que garantice respaldo y prometa orden, la nación entera se dirige con ojos cerrados, a una inminente catástrofe. Esta debilidad, que los gobernantes olfatean ansiosos y esperanzados en las actitudes de su pueblo, coquetea funcionando como detonante para el surgimiento de unos de los regímenes dictatoriales más sangrientos y radicales en la historia de América Latina, tales como el de los Somoza, en Nicaragua, y el de Trujillo, en República Dominicana.
En los casos de ambos gobernantes se observan características básicas que conforman el clásico estereotipo de un dictador. Sin embargo, a pesar de haber maquinado con técnicas y medios muy parecidos, poseen ciertas cualidades que divergen. Cada uno se empeñó en realizar con éxito la tarea de convertir en un infierno tangible la vida de su país, manipulando a la población, siempre con el apoyo incondicional de sus controversiales vecinos del norte, Estados Unidos de América. No obstante, debido a que las dictaduras se forjaron en distintos escenarios con ciertos elementos que variaban, entre ellos existen algunas diferencias de menor grado.
El elemento de la manipulación resulta el principal común denominador entre las satanizadas dictaduras de los Somoza y Leónidas Trujillo. Mantener “en filita y marchando” durante décadas a un pueblo explotado y denigrado no resulta tarea sencilla. Para lograrlo se necesita poner en práctica distintas tácticas de manipulación social y psicológica, haciendo uso de variados e intrincados medios, tales como el miedo y la restringida libertad de expresión.

 Como es común encontrar en un país bajo la opresión de un régimen dictatorial existían rígidas limitaciones en la libertad de expresión, así como una fuerte censura en los medios de comunicación, llevando a otro nivel el alcance del manejo psicológico. Las reglas del juego de manipulación impuesto por los dictadores eran sencillas: guardar silencio y asentir con una sonrisa forzada, o arriesgarte a morir defendiendo tus ideales de libertad. En América Latina, la población nos hemos visto afectados por ciertas conductas enfermizas, muchas veces inconscientes, que nos estancan y dirigen por derroteros de crisis y fracaso. La necesidad de un respaldo fuerte que calme nuestra fobia a la inseguridad y el caos es el inicio de la condena a la que nos auto-sentenciamos. Un excelente ejemplo de esta auto-condena son las dictaduras de los Somoza y Trujillo, rostros de los regímenes más severos experimentados en Latinoamérica. En el currículum de ambos se incluye una larga lista de actos descarados de corrupción, represión y asesinatos, así como una fuerte amistad por conveniencia con EUA; diferenciándose sus gobiernos solamente por algunos matices con importancia secundaria. En ellos se puede ver claramente reflejado el típico estereotipo de un dictador latinoamericano, que resulta constantemente satanizado por la opinión general. La combinación de todos los factores claves y característicos que se observan a lo largo de América Latina es la que gesta a dictadores con la misma estructura general de comportamiento.


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