sábado, 5 de noviembre de 2011

¿De quién es la culpa?


Adrián Vargas Riestra
Ciencia Política
Universidad de las Americas Puebla

La actual guerra contra el narco tiene muchas vertientes, mismas que nos dan como resultado incontables cantidades de culpables; ¿Pero acaso existe un culpable definitivo?
Por un lado tenemos al crimen organizado liderado por grandes capos y terratenientes, los cuales matan y torturan sin pena alguna, amparándose en un tipo libertinaje total, que ni el poder del Estado puede regular, pero aun así considero de vital importancia resaltar que sus objetivos no son los actos violentos ni el derrocamiento del estado, sino la obtención de ganancias derivadas de las actividades relacionadas a las drogas, por lo tanto la culpabilidad no puede ser presentada como enteramente suya, ya que para que estos grupos criminales pululen dentro de un país, es necesario que exista un mercado rentable que los incentive a ingresar a las filas del crimen organizado.
En el otro extremo tenemos al poder ejecutivo, ejercido por el presidente y comandante en jefe de las fuerzas armadas de la nación, el cual puso en marcha la iniciativa de combatir al crimen organizado de manera frontal, siendo sus principales herramientas, instituciones de la talla del ejército y la policía, esta última se adentra a la pelea arrastrando una desgastada y casi nula confianza ciudadana e infiltrada hasta la raíces desde hace décadas.
Durante este ataque se ha demostrado una carente planeación, acompañada de una enorme falta de conocimiento e incumplimiento de los objetivos tanto a corto como mediano y largo plazo, por lo tanto podemos decir que la negligencia mostrada durante el último sexenio por parte del Presidente Calderón se presenta como un aspecto clave al momento de buscar un culpable, pero aun así, me atrevo a decir que el poder ejecutivo no es el culpable definitivo.
Entonces, una vez sumergidos dentro del análisis gubernamental nos encontramos con el poder legislativo y judicial, estos 2 elementos de importancia clave en el funcionamiento del estado, han demostrado un desinterés total cuando de coordinar y enfrentar al crimen organizado se trata.
Cuando observamos al poder legislativo ejercer sus facultadas, estas pasan desapercibidas la mayor parte del tiempo debido la falta de preparación por parte de los funcionarios públicos con respecto a casi cualquier tema, esta lamentable y penosa falla opaca su visión y muestra de forma cínica su desinterés total por ayudar a la gente que los eligió; en mi opinión yo sí puedo asegurar que la ideología dominante dentro de ambas cámaras es la del egoísmo y la búsqueda absoluta del poder, por lo tanto las únicas acciones emprendidas por estos pseudo-funcionarios son de tinte político y con el objetivo de demeritar cualquier acción que no corresponda a sus intereses.
Por otro lado, tenemos al llamado poder judicial el cual aparentemente no conoce ni siquiera su propia estructura misma que se encuentra infiltrada y corrompida hasta los máximos niveles, derivando en una enorme cantidad de agujeros jurídicos que dificultan cualquier acción emprendida contra el crimen organizado, resultando en un país donde aquel que violenta con más esmero las leyes tiene las de ganar.
Habiendo observando esto podríamos atribuirle gran culpabilidad a ambos poderes debido a que durante años han probado ser inefectivos y carentes de cualquier interés por la ciudadanía la cual por medio de la confianza en el voto los coloco allí, pero por desgracia no podemos decir que estos dos órganos son más o menos culpables que los otros actores anteriormente mencionados.
Por ultimo me queda la ciudadanía, actor que en teoría debería estar representada y protegida por el gobierno, pero con mucha tristeza, en la práctica es observable que esta es ignorada por completo y al final del día es la que va a terminar pagando los platos rotos y cargando por décadas con las consecuencias derivadas de la lucha contra el narcotráfico, entonces por lógica pura podemos deducir que la única culpa que se le puede atribuir a la sociedad, es la de no exigir de manera férrea la salida de sus autoridades inútiles y necias que con los años han causado tantos daños a nuestra nación.
En resumen podemos preguntarnos; ¿Sí el país se está ahogando en un mar de culpas y se encuentra al borde del colapso, que podemos nosotros hacer?
Pues bien, aunque esto suene muy lejano, en el dado caso de que alguno de nosotros llegase a ejercer algún tipo de poder o representación dentro de alguno de los órganos anteriormente mencionados (excepto el crimen organizado claro), deberíamos actuar con visión e interés por el país y tomar como ejemplo de lo que se debe y lo que no se debe hacer a los actuales funcionarios públicos; aunque esta visión puede llegar a parecerle a algunos como un asunto de carácter idealista, para mi es la manera más cercana a realizar un cambio significativo, ya que dentro de estos puestos las decisiones son claves y se traducen en acciones de carácter macro y micro que llegan a afectar gran cantidad de elementos.




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