martes, 5 de marzo de 2013

Jaque mate a Ratzinger

Por Gustavo Cano

¿Qué tienen que ver las marchas de indocumentados mexicanos y centroamericanos en los Estados Unidos en marzo y abril del 2006 con la renuncia del Papa Benedicto XVI?

Hace un par de semanas, en un café en Praga, se encontraron dos viejos amigos, sobrevivientes ambos de la guerra fría. Aunque habían trabajado en diferentes bandos, en la actualidad se encontraban de vez en cuando para platicar más de los nuevos tiempos, que de los viejos. En esta ocasión el agente alemán le comentó al israelí que tenía una teoría interesante sobre la renuncia de Benedicto XVI al papado. El israelí lo escuchó con cínica paciencia, como era su costumbre.

El ex agente de la Stasi le explicó al ex agente del Mossad: las marchas del 2006 fueron las más numerosas en la historia de los Estados Unidos, millones de personas, en su mayoría inmigrantes indocumentados, salieron a las calles en más de 160 ciudades estadounidenses para repeler las leyes anti inmigrantes aprobadas en la Cámara de Representantes. Dichas leyes, de ser aprobadas posteriormente en el Senado, tenían el potencial de transformarse en un golpe mortal para las finanzas del Vaticano en los Estados Unidos. Miles de millones de dólares estaban en juego en esquemas de caridad cristiana (principalmente ejercida sobre los pobres y los indocumentados), de ahí que las arquidiócesis estadounidenses invitaran a los católicos latinos a participar en las marchas en ciudades estadounidenses, esto es, que los movilizase para proteger los intereses de la iglesia.

Las dos marchas más importantes sucedieron en lunes, mientras que los domingos anteriores a dichas marchas los sacerdotes católicos invitaban a la feligresía a unirse a la protesta. De otra manera hubiese sido imposible que los migrantes latinos indocumentados se animasen a salir a las calles en millones, además de llevar a sus hijos de la mano, tal como sucedió. Al final del episodio de las marchas, la democracia más poderosa del planeta se vio obligada a recular y dichas leyes se atoraron en el Senado, con la garantía de la administración Bush-Rove de que el asunto hasta ahí iba a llegar. La CIA identificó con nombre y apellido al responsable de una injerencia directa sin precedentes en la política interior estadounidense: Benedicto XVI. Las arquidiócesis católicas estadounidenses jamás hubieran hecho lo que hicieron sin la aprobación del Papa.

Las cosas definitivamente no se iban a quedar así, la potencia número uno del planeta no se podía quedar cruzada de brazos. La osadía del Vaticano le iba a costar caro a la iglesia católica en su conjunto. Y la orden se dio: Get Ratzinger!! La CIA, en coordinación con el Mossad (si alguien tiene una idea clara de lo que sucede adentro de los muros del Vaticano y del Congreso Estadounidense es el Mossad) y el MI6 del Reino Unido se avocaron a recopilar inteligencia sobre los dos talones de Aquiles del Estado Vaticano: el encubrimiento generalizado de la pederastia por la iglesia católica durante décadas y las finanzas corruptas del Estado Vaticano.

Poco a poco se comenzaron a mover las piezas de ajedrez para arrinconar a Benedicto XVI.  La infiltración llegó hasta los más altos niveles dentro del Estado Vaticano, mayordomo papal incluido. Al mismo tiempo que se recopilaba información al respecto (la mayor parte de dicha información ya se tenía guardada en los archivos de estas tres agencias), se empezaba a diseminar entre organizaciones y asociaciones civiles en países cuya estructura jurídica permitiese que el Vaticano fuese demandado por encubrir las acciones pederastas de algunos de sus sacerdotes, obispos y cardenales.

El patrimonio de la iglesia católica a nivel mundial se encontraría en gran riesgo al ir perdiendo juicio tras juicio. Para prevenir un daño de proporciones épicas, los ajustes corruptos en las finanzas de la iglesia se aceleraron. A río revuelto, ganancia de pescadores, por lo que la corrupción se incrementó y eso provoca que el Estado Vaticano sea un Estado que va rumbo a la quiebra.

La lógica de ciertos esquemas legales de algunos países era contundente. Por ejemplo, si el número uno de la Coca Cola en Atlanta se hubiese enterado de que algunos de sus gerentes en Tailandia, México y Grecia ejecutaban sistemáticamente a funcionarios de la Pepsi Cola para asegurar mercados de distribución y ventas, y no hubiese hecho nada al respecto, entonces se podría llevar a juicio al número uno de Atlanta por ser cómplice directo o indirecto de las acciones de sus subordinados. Se podría emitir una orden de aprehensión internacional en su contra y se podría ejecutar por la Interpol. De igual manera, para ciertos crímenes se podría inculpar a Su Santidad y se le podría llamar a que respondiese por la conducta criminal de la iglesia en ciertos países.

Lo anterior fue justo lo que se planeaba en contra de Benedicto XVI, esto es, probar la participación del Papa y hacerlo legalmente responsable de una cantidad impresionante de desbarajustes sexuales y financieros solapados por el Vaticano. A principios del presente año, Benedicto XVI se enteró de que el intento de arrestarlo era cuestión de tiempo, principalmente después de darse a conocer el escándalo de su mayordomo, lo cual fue una operación de inteligencia de las tres agencias. Esta información llegó a las manos del Santo Padre probablemente mediante un acercamiento con la inteligencia cubana en su visita a la isla.

El shock para el mundo católico hubiese sido de proporciones dantescas: regresar a los peores tiempos del papado, cuando los papas eran arrestados y encarcelados por sus enemigos. Bajo este escenario, día que pasaba con un Papa boletineado por la Interpol, día que la iglesia católica se debilitaba. Para evitar una ola de confusiones en la fe de la feligresía mundial y el debilitamiento exponencial del poder institucional y económico del Vaticano, el Papa decide renunciar al trono de San Pedro en un intento desesperado por parar la ola devastadora contra los bienes de la iglesia alrededor del mundo, ya sea por las demandas relacionadas con lo de la pederastia y/o por escándalos de manejos obscuros de los dineros del Vaticano que afectaban a la banca global.

El ex agente israelí se quedó pensando y dijo: “Nada más falta que se diga que Israel estaba interesado en la caída del Papa por su pasado nazi…” El ex agente alemán contestó: “Entre otras cosas.” Y ambos soltaron la carcajada.

¡Órale!

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