Zaira Coral Delgado de Ita
Relaciones Internacionales UDLAP
Hoy por hoy es imposible cerrar los ojos ante el problema del narcotráfico. La magnitud de su peso se derrama frente a nosotros, sin embargo son pocos los que están dispuestos a ver el panorama completo. Se requiere valor para observar y comprender el poder que ha ejercido sobre nuestro territorio y más aún, el control que ha buscado mantener sobre el Estado mismo. La capacidad de esta potencia criminal nos tomó a muchos por sorpresa. El narcotráfico se ha convertido rápido y ferozmente en el virus destructor de toda estabilidad política, económica y social. Ha desafiado por completo toda institución de control gubernamental y se ha incrustado en los altos niveles de seguridad nacional, entrometiéndose en toda entidad política y económica, al punto en que controla la mayoría de la oligarquía burocrática del país. Y el mensaje es claro, todo intento de restructuración e intervención por parte del Estado, será erradicado. No se aceptará ser subordinado.
Por ente, la guerra suena perdida, la esperanza desdichada y el miedo desalentador. Pero, ¿Hasta qué punto nos declaramos perdedores que consideramos la intervención de fuerzas militares extranjeras a nuestro país? ¿Es realmente una alternativa abrir las fronteras y permitir intervención militar ajena? Aun siendo conscientes de que el problema es transnacional, ¿sería óptimo permitir la acción directa dentro de los límites nacionales y dentro de la soberanía nacional del mayor expansionista a nivel mundial? A mi noble opinión, sería el peor error cometido dentro de la historia de México. No sólo por el hecho de que se perdería toda autonomía ante la mayor potencia militar del mundo, sino por el simple hecho de la aparente inexistente consciencia política nacional. La intervención militar significaría la total pérdida de control nacional en manos extranjeras, es totalmente anticonstitucional y sería violar la ley suprema, el mayor nivel de fascismo en etapa radical. Un totalitarismo ni siquiera nativo, sino extranjero.
Esta amenaza estadunidense disfrazada de “alianza estratégica” para la erradicación del narcotráfico, no es más que un intento hipócrita expansionista en busca de absorción de beneficios y recursos nacionales para alimentar su propia necesidad ego centrista. No debemos caer en el juego y en la falsa promesa de apoyo vecino en problemas guerrilleros, las verdaderas intensiones se tornan oscuras y la intuición mexicana no debe colapsar. Un simple razonamiento es necesario para definir lo absurdo y peligroso de esta alternativa, rechazar la misma suerte que vivirá Panamá y demás países latinos, donde las verdaderas razones político- económicas empiezan a ser evidentes. El mejor indicador es la tremenda disminución de precio en las drogas, creando un mercado capitalista perfecto para la economía norteamericana. Dicho lo cual, aplaudo la postura de nuestro embajador Sarukhán al mencionar que la intervención miliar de E.U. “no es un componente que se esté previendo…no forma parte del paradigma de responsabilidad compartida… [por lo tanto] esa opción no está sobre la mesa”.
La preocupación política y social que ha despertado las declaraciones norteamericanas sobre las resoluciones de nuestro “Estado fallido” no es exagerada. Las intensiones ya han sido publicadas aun siendo violado uno de los principios vitales del derecho internacional, la no intervención. La postura que ha tomado el precandidato presidencial estadounidense Ricky Perry sobre el asunto despierta inquietudes. El pánico va en aumento, y no debemos bajar la guardia, pues no es sólo la soberanía la que está en juego, si no el propio compromiso nacional. El nacionalismo debe mantenerse fuerte, unidos somos la mayor fortaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario