Por: Magali Vélez Sanchez
Relaciones Internacionales
128031
UDLAP
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Ya van 5 años que se tomó la decisión de emprender la guerra contra el narcotráfico, al principio se veía muy fácil y más con el apoyo de nuestro vecino, la potencia militar y económica más fuerte del mundo (todavía en aquellos tiempos) en aquel entonces nadie realmente se imaginaba lo que se desataría, metafóricamente hablando sería como torear al toro más manso que no se mete con nadie hasta que realmente lo molestan. Ni siquiera el propio Jefe de las Fuerzas Armadas de México, el mismo Presidente Felipe Calderón no sabía a lo que se enfrentaría, después de ganar unas elecciones con poco margen de diferencia, lo único que necesitaba era credibilidad de su gobierno por medio de políticas públicas para así subir su popularidad y obtener el apoyo de aquellos sectores y sociedad que dudaban de su capacidad para encaminar al país un sexenio más. Eligiendo así la lucha contra el narco como su carta de presentación para las próximas generaciones y libros de textos que incluyan su vida presidencial. Para mí es como su debut y despedida dentro de su carrera política como funcionario federal.
Al principio yo creo que todos, si no es que la mayoría lo apoyábamos, a pesar de que el mismo mencionó en sus discursos que sería una guerra difícil en el cual habría muchas vidas de por medio y sacrificio dándonos a entender un mensaje subliminal que en lo personal se me ocurría que casi casi se derramaría “sangre dentro de la sociedad.” Pero en realidad nadie sabía todo lo que provocaría y desencadenaría esta guerra ingenua. Al ir avanzando esta política, la sociedad mexicana empezó a percatarse gracias a la noticias (no por menospreciarlas muchos de los medios le daban un toque amarillista) sobre lo que acontecía en la lucha contra el narcotráfico, en el cual cada vez se trataba de más muertes de gente inocente: familias enteras, niños, jóvenes; personas con gran influencia política: funcionarios públicos, incluyendo presidentes municipales, integrantes de las procuradurías, etc. Y esto inmediatamente nos hizo estar en contra del Presidente, aunque ciertamente él no tenga completamente la culpa, la gente siempre se irá en contra con el que da la cara, el de los discursos, el que representa al gobierno.
Fuera de las noticias, está la realidad, lo que uno vive, lo que uno presencia y en muchos lugares tranquilos (hablando por mí y por los que venimos de lugares en donde antes no se veía, ni se escuchaba nada de esto) se ha desatado la violencia, la inseguridad, la sangre, los famosos narco-mensajes sin faltar el o los degollados, los narco-impuestos, la migración y/o la fuga de profesionistas, el daño a la economía, al turismo, a la inversión extranjera directa, el infundir miedo a la sociedad, el dudar de su propio gobierno, de su sistema, el seguir desacreditando a su Presidente y autoridades locales y gubernamentales. El seguir alimentando la corrupción, el seguir en una guerra que sólo nos está destruyendo como Estado y que tristemente hemos de seguir estando decepcionados de nuestra sociedad y de sus autoridades que no ha sabido encaminar y aprovechar a la riqueza de este diverso y gran país.
Estos son sólo algunos simples ejemplos de daños colaterales que generalmente en todo el país y en la sociedad mexicana se han generado. Se han centrado tanto en esta guerra que ahora el bien común, la seguridad común se ha desplazado a tercer o cuarto término, la gente ahora sólo pide seguridad, quiere al menos regresar a que podía estar en su pueblo en las calles a altas horas de la noche sin escuchar balazos o chismes de que se desatará la balacera o de “que alzaran a quien se encuentren a tales horas”
Ahora sólo quedan interrogantes que parecen por ahora ser difíciles de responder ¿Cuántos más inocentes? ¿Cuánto tiempo más? ¿Qué más tiene que pasar para que se busque y se piense en una real solución que tenga tranquila en términos de seguridad a la sociedad mexicana?
El propio Calderón y su equipo saben que se han empeñado en tapar un error y en seguir con algo que cada vez más se sale de control, entonces ¿Por qué seguir emprendiendo una guerra que por ahora amenaza con acabar con el Estado y la propia nación? ¿Acaso este asunto va más allá de los intereses nacionales?
Esta guerra se siente como estar en un laberinto sin salida, en donde sólo reina la frustración e impotencia de que la salida no esté en nuestras manos. Es triste ver como nuestro propio gobierno está acabando con los ideales y sueños de los que hemos de querer empezar a formar un patrimonio, una carrera en la participación ciudadana dentro de nuestro país. Ya que no contamos con su respaldo de protección y sin eso sólo nos queda el miedo de actuar, el miedo de querer defendernos y querer apoyar una guerra que ni el propio gobierno ha sabido manejar su defensiva.
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