jueves, 3 de febrero de 2011

Realidades de un pueblo de 30 personas

Uno es incapaz de saber lo que le depara el destino. Ciertamente no tenía idea de lo que implicaría el hacer mi servicio social dentro del programa “Desarrollo de Comunidades Rurales”, pensé: trabajo arduo de campo y asistencia social; pero me quedaba muy pequeño ante la gama de posibilidades que existen en una comunidad como Potrero de San Pedro, Coahuila.
La entrada a Potrero de San Pedro está ubicada en un entronque sobre la carretera Saltillo-Zacatecas. De la carretera hasta el poblado son aproximadamente 7 km de terracería. La conexión con la ciudad de Saltillo es un camión que realiza dos viajes al día por lo que en la comunidad son conscientes de otro mundo aparte del suyo. En este relato habré de plasmar experiencias y observaciones que sucedieron durante mi estancia en Potrero, aclarando que es un escrito académico dejaré la parte espiritual de la experiencia fuera, concentrándome en las condiciones socioeconómicas que existen dentro de la comunidad.
La realidad de Potrero de San Pedro refleja una pequeña sociedad, tendrá cerca de 30 personas en todo el poblado y de esta población cerca del 50% entrarían en el concepto de adulto mayor. Los programas sociales de “Oportunidades” y “70 y más” se consideran un éxito dentro de la comunidad por el auxilio que para los beneficiados representa. Pero si hablamos sobre educación o salud, servicios que por Ley debiera prestar el Estado vemos áreas de incertidumbre: la escuela más cercana para los niños y jóvenes que habitan en Potrero se encuentra en la comunidad del “El Salitre” ubicada a otros 7 km por el mismo sendero. El servicio de salud es otorgado por una habitante de la comunidad que imparte los cursos de los programas sociales y tiene alguna noción de enfermería, pero la visita del doctor suele ser poco frecuente. Las oportunidades de trabajo son reducidas pues se abarcan los ramos de minería, ganadería y agricultura; que a pesar de los medios que puede poner el gobierno para facilitar estas labores, no todos los miembros de la comunidad están en condiciones para emplearlos.
Por tales condiciones en Potrero de San Pedro se vive un estado de pueblo fantasma, los niños y jóvenes van a estudiar al Salitre, al crecer van formando familias y buscando una buena oportunidad de trabajo por lo que deciden ir a la ciudad en búsqueda de una mejor calidad de vida. Esta separación de la comunidad es fuerte, pero no se compara con el porcentaje de la población que decide aventurarse a cruzar como inmigrante buscando ganar no sólo bien, sino en dólares. Don Ángel, quién nos recibió a los compañeros del programa y a mí en su casa a lo largo del periodo en que realizamos nuestro servicio social nos contó cómo en su momento él también persiguió ese ideal y corrió los riesgos de ser inmigrante. “Eran buenos tiempos”, decía con su historia. En la comunidad hay un grupo de padres, esposos e hijos que tienen su centro de trabajo poniendo tapetes en Estados Unidos localizados poco más al norte de Houston, el impacto que provoca el salto generacional donde tanto los padres no están presentes para ver crecer a sus hijos, así como los hijos que al llegar a su edad productiva intentan realizar el viaje; van marcando de forma aún más tangible la sensación de un pueblo fantasma.
Ahora bien, la movilización no tiene sólo implicaciones demográficas; dentro de la comunidad se crean grupos sociales en los que las familias que tienen hijos o el padre en Estados Unidos se maneja en un estilo de vida ostentoso que la mayoría de los casos no es compatible con el estilo de vida humilde que poseen las familias “completas” en la comunidad.
           Aterrizando un poco esta experiencia rescato dos premisas que habrán de guiar los escritos posteriores de este espacio en la Web. Por un lado la incapacidad del Estado mexicano de distribuir de manera eficiente los recursos limitados que administra, creando así áreas de incertidumbre. Las cuales en mi opinión han sido la puerta de entrada para el crimen organizado en el país. La “guerra” contra el narcotráfico no es, ni será jamás una guerra frontal, pues las redes del narcotráfico han secuestrado pueblo por pueblo al territorio mexicano creando una base tan amplia que el Estado legal es incapaz de combatir. Por tanto, el segundo aspecto se refiere al ente que se han convertido las redes del narcotráfico satisfaciendo las áreas de incertidumbre creadas por el Estado. Agradeciendo de momento que el segundo supuesto no ha alcanzado aún al bello pueblo de Potrero de San Pedro.

Diego A. Martínez
Lic. en Ciencia Política y Administración Pública
Universidad de Monterrey

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