domingo, 6 de abril de 2014

¿Churchill en los Pinos con Sir Philip Calderón?


Después de leer los siguientes cuatro artículos:
1. “Inspira Churchill a FCH en su lucha”, Mayolo López, Reforma, 14 de mayo 2011
2. “Yo, Napoleón”, Carlos Fuentes, Reforma, 24 de mayo 2011
3. “Eliminan (ahora sí) al 'Chayo'”, Antonio Baranda, Reforma, 10 de marzo 2014
4. “Los casos del “Chapo” y del “Chayo” revelan el fracaso de Calderón: expertos; ahora debe rendir cuentas, dicen”, Sin Embargo, 11 de marzo 2014
 
Antes de leer los artículos, mi opinión sobre el presidente Felipe Calderón era…
Primero que nada he de esclarecer que a los presidentes los visiono como aceptables o como maquiavélicos; por no llamarlos villanos, lo que les haría parecer de cuentos de hadas. No hay lugar para héroes ni presidentes “buenos” dentro de mi opinión sobre los presidentes, al menos no los mexicanos. Esto debido a los juegos turbios y a veces ruines que involucra la política (corrupción, sobornos, intrigas, engaños, negociación con el crimen organizado, impunidad…) y a los que todo presidente debe enfrentarse y hasta cierto punto trabajar en conjunto, para poder gobernar. Es por ello que los presidentes aceptables son los que considero se les puede enumerar más aciertos que desaciertos y los maquiavélicos son aquellos que ladinos y displicentes gobiernan consiguiendo más desaciertos que aciertos pero sin mostrar por ello gran consternación, y por el contrario parecen disfrutar ejerciendo el poder del pueblo mexicano al tiempo que éste se hunde aún en su miseria por sus malas decisiones.
Dicho lo anterior a Felipe Calderón lo considero un presidente con las puntas de los dedos sobre la línea de aceptable pero todo el resto del cuerpo pasando el lado del oscurantismo maquiavélico.  Lo considero aceptable hasta el punto en que en la crisis del 2008 supo sortear a mí parecer de una forma pasadera la crisis, también considero acertado el que haya logrado disminuir la deuda externa. Sin embargo no será recordado históricamente como el “presidente del empleo” como a él le hubiera gustado, sino más bien como el “presidente del reinado de la violencia” debido a los altos índices de inseguridad que se desataron durante su mandato, resultado de la guerra contra las drogas. Calderón no consideró que las personas que quedarían indefensas y atrapadas entre el fuego cruzado serían los civiles; gente que vería sus vidas volcadas en derramamientos de sangre y un reinado de terror aunque ya para el final del sexenio, no se podía atribuir únicamente al narcotráfico y el crimen organizado, sino también al empoderamiento de los militares y a los abusos que de ellos se derivaron.
No dudo que se hayan infligido grandes daños a los cárteles y que hasta cierto punto hayan sido debilitados, pero ¿a qué costo? Todo fue a costa del pueblo mexicano, dentro de una guerra en la que desarmados y con la impunidad y la corrupción infiltrada en todos los bandos ¿a dónde podían acudir a hacer valer sus derechos? Sin embargo, a pesar de todo el crimen organizado continúa y el poder del mismo se ha expandido y descentralizado aún más, lo que crea muchos más enemigos con los que debe lidiar el Estado. Entonces ¿en dónde queda el acierto en este aspecto de Felipe Calderón?

Después de leer los artículos mi opinión sobre el presidente Calderón es…
La misma, pues sus logros si bien escasos ameritan reconocimiento, he confirmado que los daños ocasionados por la guerra contra las drogas superan sus méritos. Un ambiente de suspicacia, intrigas, redes de corrupción más amplias e incertidumbre conforma el legado calderonista. Como ya había mencionado, ningún presidente logra salir exento del trato con el crimen organizado, las intrigas y los engaños, como demuestra el reciente “reasesinato” del Chayo, lo que no sólo pone en duda la veracidad de lo dicho a lo largo del sexenio anterior, sino que demuestra la debilidad del Estado mexicano que debe recurrir a engaños para que su gente vea ciertos frutos que al final resultan inútiles para apaciguar y controlar al crimen organizado.
Calderón definitivamente no consideró que la guerra no podía ganarse inclusive desde antes de que comenzara,  pues el verdadero origen del problema no estaba siendo atacado: el consumo de drogas en Estados Unidos y en México. Dado que ni Estado Unidos no logra erradicar éste problema ni México logra controlar el crimen organizado, sacar el ejército a las calles lo único que hizo fue acrecentar el problema. Dividió a los cárteles, creó más redes de corrupción y tráfico, permitió la entrada de nuevos integrantes al crimen organizado y debilitó al Estado como institución pues a raíz de su incapacidad para proteger y garantizar la seguridad de sus ciudadanos, éstos han creado los grupos de autodefensa; que suponen una espada de dos filos pues fácilmente pueden ser influenciados por el crimen organizado, grupos paramilitares o incluso por el Estado para llevar a cabo acciones fuera del marco legal.
La impunidad prevalece como en cualquier sexenio a funcionarios públicos que engañan al pueblo mexicano y cometen injusticias y no deben comparecer ante ninguna autoridad para responder por sus crímenes o violaciones a los derechos humanos. Éste aspecto sin embargo es criticable en cualquier sexenio y no nos resulta novedoso, sin embargo es el factor que otorga valor a los funcionarios viles que nos gobiernan a actuar con absoluta tranquilidad en la ilegalidad pues saben que no serán perseguidos por sus actos. Éste problema se da tanto a nivel local como a nivel federal.
Quizá Calderón antes de intentar librar una guerra en las calles de México, debió haber librado batallas por purgar del poder a los funcionarios, policías, y jueces que conspiran con el crimen organizado, pues no veo cómo se puede ganar una guerra si el enemigo duerme bajo tu techo y se respalda bajo tu amparo. Fortalecer el Estado y renovarlo a uno con menor entrada a la corrupción acompañado de políticas de ataque al crimen organizado, enfocadas en estrategias menos agresivas para la población; quizá hubieran dado mejores resultados. 
México no soportará muchos más presidentes maquiavélicos si no quiere ver su autodestrucción, pero tampoco necesita héroes pues ésos no duran en la política, perecen antes siquiera de que se logre consolidar su propósito. México necesita estrategas asertivos, personas con visión, educación y fuertes valores éticos. Capaces de distinguir entre las vilezas que son necesarias para gobernar y aquellas que convierten a los presidentes en maquiavélicos.    
 - Silbido -

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